lunes, 29 de diciembre de 2008

Tierra: amor sacro y amor profano

Tierra
Ya dije anteriormente que Julio Medem es uno de mis directores de cine favoritos. Fue en un comentario sobre “Los amantes del círculo polar” que llamé “Amor tras la línea”.

Hace un par de días me volví a encontrar en Cinematk con otra película de Medem. Esta vez fue “Tierra”; ya no sé cuántas veces la habré visto: por lo menos cinco. Tengo que decir que Tierra tiene para mí un valor añadido respecto a otras películas de Medem, y es que en ésta aparece Emma Suárez. No está tan espléndida, físicamente, como en “La ardilla roja”, pero es Emma Suárez.

Bien, ¿de qué va Tierra? Pues como siempre cuando se trata de Medem, toca varios temas. En primer lugar se puede decir que habla de la angustia de la existencia, en concreto de la angustia de Ángel, el personaje protagonista que encarna Carmelo Gómez. Pero esa angustia es también la angustia de todos.

La primera escena es un movimiento de cámara que sitúa al planeta Tierra en su lugar en el cosmos, es decir, nos recuerda lo diminuto que es. Por lo tanto, lo diminutos que somos todos nosotros, lo solos que estamos. El misterio casual, digo yo, de nuestra existencia.

Mientras viajamos por el espacio una voz en off (que nos habla también de la muerte) nos dice:

“La existencia siempre va acompañada de un sonido de fondo llamado angustia, que sólo se soporta a medias. Pero no te agobies, vives en la única luz conocida del universo. Una isla diminuta a la altura de tus ojos, pero aún atravesada por agujeros de misterio"

Pero ese movimiento de la cámara que empezó en el lejano cosmos y nos acercó hasta nuestro planeta Tierra, sigue y sigue, y tras pasar las nubes, continúa hasta entrar en la tierra, no ahora el planeta, sino esa tierra que se coge con las manos, esa tierra que se escarba. Tras penetrar en ella, alcanzamos a ver, al fin, lo más diminuto y concreto: la cochinilla.

La cochinilla es la responsable de que los vinos de la comarca tengan sabor a tierra, y la causa también de que Ángel, que dirige una empresa de fumigación, aterrice por allí para intentar acabar con ella.

Ángel, un personaje complejo como él mismo afirma, será nuestra guía en la película. En su pasado reciente ha estado ingresado en un hospital psiquiátrico, según él, debido a una imaginación superexcitable. Desde otra perspectiva, debido a una psicosis por desdoblamiento de personalidad, según nos hace ver la intermitente presencia de su doble en varias escenas. Este segundo Ángel, que le habla como una especie de conciencia interior, viene a ser un trasunto de esa mitad de nosotros mismos que todos guardamos dentro y con la que dialogamos en momentos clave de nuestra vida.

Emma Suárez: amor sacroEl caso es que Ángel, el real, a lo que se enfrenta conforme avanza la película es a la disyuntiva, eterna por otra parte, entre dos formas de amar. Es lo que otros antes que Medem han llamado “amor sacro” y “amor profano”. En este caso, estas dos formas de amar vienen representadas por Mari (Silke) y por Ángela (Emma Suárez).

Una, Mari, promete pasión y carnalidad, mientras la otra, Ángela, propone vida doméstica y estabilidad. Una es lo sexual, el impulso. La otra es la placidez, el equilibrio. Mientras Mari, en un momento dado, le pide a Ángel: “cómeme el corazón”, Ángela en cambio le dice: “yo no sé decir esas cosas; bastante he hecho ya”. Para dejarlo aún más claro, y refiriéndose a la otra, dice: “supongo que Mari es una criatura nacida para atraer a los hombres; para hipnotizaros como idiotas. Una especie de genio del sexo. Yo no domino ese terreno; no puedo competir”.

Silke: amor profanoPara que sea el propio espectador el que elija, al igual que en “Los amantes del círculo polar” donde también había dos finales, en esta película hay un Ángel que escoge la vida tranquila junto a Ángela y su hija, y hay otro Ángel que se marcha con Mari en busca del mar. En cierto modo Medem nos autoriza a quedarnos con Ángela, o a irnos con Mari. Pero me pregunto yo, ¿por qué no podemos quedarnos con las dos?

Trailer de Tierra



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PALESTINA sigue sangrando

jueves, 25 de diciembre de 2008

No sé qué pensar del agua

Sí, no sé qué pensar del agua, y voy a intentar explicar qué es lo que quiero decir con esta afirmación tan enigmática.

Tengo una amiga (bueno, es más que una amiga) que firma sus correos electrónicos con un acrónimo. Este acrónimo, que es una broma, juega con una frase que dijo Bruce Lee hace muchos años en una entrevista. Posteriormente esa frase sería más conocida por ser utilizada para un anuncio de televisión de un automóvil. La frase, que algunos recordaréis, era: “Be water, my friend”. Algo así como: “sé agua, mi amigo”, o “conviértete en agua, amigo mío”; como prefiráis.

Para entender un poco mejor la frase y ponerla en contexto, reproduzco parte de lo que decía Bruce Lee en aquella entrevista:

“(…) Vacía tu mente. Libérate de las formas: como el agua. Pon agua en una botella y será la botella. Ponla en una tetera y será la tetera. El agua puede fluir… o puede golpear. Sé agua, amigo mío”.

El mensaje tiene su enjundia. Aparte de las bromas que fácil y superficialmente se han hecho, hay toda una filosofía detrás. Existe un concepto antiquísimo y muy profundo en el taoísmo que es el Wu Wei, el principio de la No Acción. El Wu Wei describe un importante aspecto de la filosofía taoísta que afirma que la forma más adecuada de enfrentarse a una situación es no actuar (en el sentido de no forzar). Se hace hincapié en señalar que no es lo mismo no actuar que no hacer nada.

Aunque a nosotros los occidentales nos cuesta a menudo captar la verdad que se esconde tras este y tras otros principios del taoísmo, lo cierto es que tenemos que admitir que, como mínimo, la filosofía oriental siempre ha favorecido una mejor integración del hombre en su entorno (considerando el entorno en su sentido más amplio). Así pues, no puede estar mal ser un poco como el agua: olvidar la rigidez y adaptarnos a “nuestro recipiente”.


Pero entonces, vistas las bondades del agua, por otra parte, principio y manifestación de la vida, ¿qué problema es el que tengo yo con ella? ¿por qué digo que no sé qué pensar del agua? Pues porque el caso es que existe también otro sentido de la fluidez, de la liquidez que, este sí, yo rechazo.

Este sentido de la liquidez es el que ha desarrollado en varios textos un sociólogo y filósofo occidental llamado Zygmunt Bauman. En concreto habla específicamente de ello en un libro que leí hace algunos meses cuyo título es “Vida líquida”.

Según Bauman la actual sociedad desarrollada occidental se caracteriza por una liquidez y una falta de consistencia absolutas. No hay nada seguro ni permanente en estos tiempos. Aunque esto no sería negativo en sí mismo, ocurre que la mudanza es desorientada y continua. No hay itinerarios, no hay rutas; en realidad no hay metas. Repetidamente nos embarcamos en nuevos comienzos que suceden a inconclusos finales en un frustrante círculo viciado. Y mientras tanto, consumimos, y lo hacemos para intentar saciar un deseo siempre insatisfecho que el sistema se encarga de alimentar en nosotros con la creación constante de necesidades irreales.

Por otra parte, no hay normas, ni ideologías, ni valores absolutos. Pero mientras el reino de la libertad de los individuos es la única aparente realidad, lo cierto es que el exacerbado individualismo que nos caracteriza es sólo un individualismo adocenado. Todo el mundo pretende ser especial pero cada vez hay menos gente que lo sea verdaderamente. Hemos conquistado, al fin, la libertad de los borregos.

En definitiva, y ya veis que la frase que da título a este comentario era sólo un juego provocador, lo que quiero decir bien claro es que: no me gusta esta vida tan líquida.

En este mundo donde las ¾ partes, dicen, son de agua, y desde éste mi cerebro constituido, según dicen, por más de un 90% de agua, tengo que proclamar que yo prefiero algo más sólido. No digo rígido, pero sólido.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Si todos fueramos un poco Jesús Neira ...

Seguramente recordaréis a Jesús Neira. Él es el profesor que, para su desgracia, se hizo famoso este verano pasado por intervenir en defensa de una mujer que estaba sufriendo la agresión de su propia pareja. Por cierto, ¡hasta dónde no llegará el miedo y la dependencia de las mujeres maltratadas, que esta misma señora, en declaraciones a la policía, no sólo no agradeció la acción de “su defensor”, sino que excusó y amparó a su maltratador!.

Desde unos días después de aquel fatídico 2 de agosto de 2008, Jesús Neira ha estado luchando entre la vida y la muerte por los golpes brutales que recibió del agresor. Si bien ha logrado salir del estado de coma en que se encontraba, ningún médico se atreve a predecir con total seguridad cual va a ser su evolución futura.

Pues bien, Jesús Neira ha vuelto a ser noticia estos días por haber recibido otro premio. Si hace poco le fue otorgado uno de los premios Protagonistas 2008, en concreto el concedido a los “Valores Humanos”, ahora acaba de recibir la medalla de oro de la Universidad Camilo José Cela, de la que es profesor docente.

Quiero yo aquí modestamente mostrar mi reconocimiento y hacer un homenaje hacia este hombre, al que, por otra parte, no creo que debamos considerar un héroe. No, Jesús Neira no es un héroe si es que al ensalzarlo de esa manera lo que queremos es dejar claro que ha hecho algo extraordinario, algo fuera de lo usual, algo que no tenemos por qué hacer ninguno de nosotros.

No, repito, Jesús Neira no es un héroe: lo que es, es todo un hombre. Porque ser hombre es ser parte constitutiva de la sociedad a la que pertenecemos. Porque ser hombre, por tanto, es estar afectado por todo lo que pasa a nuestro alrededor. Porque ser hombre es ser responsable tanto por lo que hacemos como por lo que dejamos de hacer, y porque no podemos mirar hacia otro lado (cuando ocurren cosas como las que pasaron delante de Neira) sin que mediante ese acto elusivo nuestra conciencia se llene de mierda.

Salud Jesús Neira. Vive para contarnos, vive para demostrarnos, que es posible un mundo mejor.

sábado, 13 de diciembre de 2008

¿El alma está en el cerebro? ¿Pero qué es el alma?

Me encuentro estos días releyendo el libro de Eduardo Punset: “El alma está en el cerebro. Radiografía de la máquina de pensar”. Esta obra recoge, o mejor podría decir, transcribe o reescribe en texto, lo que fueron algunos de los diferentes capítulos de REDES, el ya mítico programa de divulgación científica que emite TVE desde marzo de 1996 en una larga serie que llega ya casi a los 500 programas.

Y bien: ¿está el alma en el cerebro? Ubicarla en ese órgano corporal supondría en primer lugar aceptar su existencia. Para mí, e imagino que así es igualmente para la mayoría de mis escasos lectores, el alma ha tenido siempre un componente religioso. Por ello, tiendo a rechazarla. Aunque a veces se me escapa el uso del término, prefiero hablar de “espíritu” o mejor aún, prefiero hablar del “yo”. El “yo” sería ese algo más que la suma de nuestras partes, y que mientras estamos vivos, nos caracteriza, nos da unidad y nos define frente a los otros.

Nótese que digo “mientras estamos vivos”, porque para nuestra desgracia, todo acaba con la muerte, y ni hay cielo ni ninguna resurrección posible, ya sea de la carne o del espíritu. Como cualquier otro ser vivo, tenemos un ciclo de vida individual con fecha de inicio y fin. Al acabar, la materia que nos compuso pasará a integrarse en otras formas de vida, o simplemente en otras formas de materia. No hay más.

Pero mientras estamos vivos (y que dure) ¿dónde reside el yo? En la antigüedad, como nos refiere Punset en el primer capítulo del libro, el alma se ubicaba en el corazón. De la misma manera que cuando a un niño pequeño le preguntamos por el órgano con el que piensa, y nos responde que con la boca (pues es la que articula las palabras, y a esa edad no puede ser capaz de separar realización de intención), de la misma manera se pensaba entonces que el corazón, ciertamente el motor que nos mantiene vivos, era el órgano donde residía el alma.

No fue hasta después del Renacimiento y del siglo XVII cuando se ubicara al alma en el cerebro. Lógicamente, si aquellas tres facultades del alma del pensamiento antiguo que eran la imaginación, la emoción y la memoria, se emplazaban en el cerebro, ahí mismo debía residir el alma.

Así parece que opina la mayoría de la gente actualmente. El cerebro, como órgano que rige el cuerpo, como centro nervioso vital, es racionalmente el mejor candidato a ser la única posible residencia del alma, o mejor del “yo”, como a mí me gusta decir. Sin embargo tengo que confesar que esta racionalidad me resulta un poco frustrante. No sé cómo definir exactamente el “yo”, ese “yo” que es algo más que la suma de las partes, pero en todo caso me cuesta mucho trabajo aceptar que se trata sólo de algo estrictamente cerebral. Me gusta más pensar que mi yo reside también en mis manos y todo lo que han tocado; en mis ojos y todo lo que han visto; en mi piel y todo lo que ha sentido; y por supuesto, también, en el cerebro y todo lo que piensa, lo que recuerda, o lo que imagina, etc.

¿Qué pasará cuando se hagan trasplantes de cerebro? No es posible imaginárnoslo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Derechos Humanos Universales


Hace 60 años, es decir exactamente el viernes 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Esta Declaración podrá parecer uno más de esos textos demasiado grandilocuentes y un tanto huecos que la historia produce cada cierto tiempo. No es así. La Declaración Universal de Derechos Humanos es uno de los documentos más importantes que ha producido el hombre. A pesar de su escueto desarrollo, o quizás precisamente por ello, su importancia y su trascendencia se hayan muy por encima de la de todas las torás, biblias y coranes del mundo. Sus 30 artículos sí que debían ser estudiados en los colegios. Quizás un poco más difíciles de recordar que aquellos 10 famosos mandamientos que nos hicieran repetir tantas veces, deberían ser aprendidos durante los primeros años de escuela por todos los niños y niñas del mundo.

Se necesitaron muy pocas palabras para decir cosas tan sencillas, y a la vez tan grandes, como por ejemplo:

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.


Es cierto que esta declaración puede ser todavía poco más que un papel en algunos lugares. Muchas personas no saben de su existencia, y si la conocieran de nada les serviría.

Conseguir que no sea así, es decir, lograr que sea una verdadera declaración de derechos universales reconocida y aceptada por todos los poderes del mundo, debe ser una tarea que nos emplace a todos.

No sé si más temprano, o más tarde, pero estoy seguro que “Habrá un Día en que Todos, al levantar la vista, veremos una Tierra que ponga Libertad”…, LIBERTAD y DERECHOS HUMANOS UNIVERSALES.





Texto completo de la Declaración de Derechos Humanos

Para saber más sobre el Comité de Redacción ver La Declaración Universal” por Carlos Tello Díaz, en Milenio.com [5-12-2008]

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Discapacidad y Solidaridad.

La orilla de la vida, de Franck. 1er premio en el concurso de fotografía de la OMS: Imágenes de salud y discapacidad
Hoy se ha celebrado el Día Internacional de los Discapacitados. Esta jornada, promovida por la ONU, está destinada a hacer conocer "los problemas ligados a las incapacidades y a movilizar los apoyos en favor de la dignidad, los derechos y el bienestar de las personas discapacitadas".

Me enteré de la celebración de esta jornada mientras comía, viendo el Telediario. Los que me conocen saben que precisamente estos días soy yo también, de alguna forma, “un discapacitado”. Un accidente me ha provocado quemaduras de 2º grado en la mano derecha, que tengo actualmente casi inutilizada.

No pretendo trivializar el hecho de la discapacidad, ni mucho menos. Lo mío no es más que una tontería al lado de las verdaderas discapacidades, y las consecuentes barreras y dificultades que afrontan estas personas. Pero reconozco que mi estado me hizo escuchar con mucha atención y pensar con mayor sensibilidad sobre todo lo que rodea a las personas discapacitadas.

Hace unos días escribí aquí un comentario sobre “esos que tan poco tienen”. Eran un par de niños de Mozambique cuyas pertenencias no llenaban una esterilla.

Se podría decir que los discapacitados son igualmente personas que no tienen, o que tienen poco de algo, que sufren de una o unas carencias que les hacen enfrentarse al mundo con desventaja.

Creo que afortunadamente la especie humana se ha caracterizado por haber hecho de la solidaridad y del cuidado del clan su seña de identidad. Nunca un enfermo fue abandonado por su tribu. Más aún, en los tiempos actuales de tanta riqueza y desarrollo. El estado puede y debe asegurar que todas las personas con algún grado de discapacidad, sea este del tipo y nivel que sea, tengan aseguradas las condiciones mínimas para una vida digna.

Hacerlo así nos engrandeció como especie. Hacerlo de otra manera nos empobrecería como sociedad.


Galería de fotografías sobre la salud y la discapacidad


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En el mismo telediario supe de la última barbaridad de ETA. Soy ecologista, verde, y me posiciono en contra de algunas infraestructuras para el transporte, como en concreto las relacionadas con el tren de alta velocidad, pero no es el momento de explicar aquí ahora esas razones. Simplemente quiero decir que me aterra coincidir en algo con esos desalmados. Y nuestras razones son tan diferentes que estaremos siempre a lados distintos de la raya.

Pego aquí el breve comunicado emitido por Berdeak-Los Verdes:

A pesar de su rechazo al TAV, Berdeak-Los Verdes se declara avergonzado ante un acto injustificable y de tal crueldad que va en contra de cualquier principio básico de los derechos humanos, de la defensa del medio ambiente y de la ecología política. Reitera su más profundo pacifismo y por lo tanto absoluto rechazo al empleo de la violencia para defender ninguna reivindicación. Al igual que Gandhi, quien afirmaba que "no hay camino para la paz, la paz es el camino", llama al mundo ecologista y a la sociedad en general a condenar rotundamente el asesinato y recuerda que la ecología social y política sólo conoce un camino: el pacifismo.

sábado, 29 de noviembre de 2008

¿Venimos a gozar? ¿Venimos a sufrir? ¿A qué venimos?



Puede que a más de uno le resulte decepcionante o frustrante la respuesta a esta eterna pregunta, pero creo que deberíamos aceptar que no venimos aquí para nada, que la vida, la vida de cada uno de nosotros no tiene ninguna finalidad. Cuando aparecemos en este mundo no nos acompaña ningún sobre lacrado donde esté escrito un para qué, un algo que tengamos que hacer antes de morir. La vida es sólo una puñetera casualidad. En un cierto sentido, la vida no tiene ningún sentido.

Me encuentro estos días leyendo un libro, que por cierto no recomiendo a nadie (pues me ha resultado un poco decepcionante; una decepción, ésta, mucho más concreta que la producida por la respuesta a la que me refería en la primera línea), cuyo título es “La vida humana”, y su autor André Comte-Sponville.

Comte-Sponville es un filósofo francés autor de varias obras, de las cuales, por sus títulos, pues reconozco no haber leído nada suyo con anterioridad, me he fijado en algunas tales como “El alma del ateísmo”, “El amor, la soledad” o “La felicidad, desesperadamente”.

Bien, pues volviendo a “La vida humana” os diré que los capítulos de este libro llevan títulos tan concisos como: Antes, Nacer, Amar, Trabajar, Durar, Morir…, y contenidos igualmente tan escuetos como unas 5 a 10 páginas de letra e interlineado muy generosos. Uno de los capítulos, el que me ha resultado más interesante y me ha dado pie a estas reflexiones, es el denominado “Gozar, sufrir”. Nos habla aquí Comte-Sponville de las dos visiones, las dos interpretaciones, que la filosofía occidental, desde los griegos hasta nuestros días, tiene sobre la pregunta por el sentido de la vida. Éstas son: el epicureismo y el estoicismo. Simplificando, un tanto equivocadamente como cualquier simplificación, se podría decir que para los epicúreos el principio supremo es el disfrute y el placer, mientras que para los estoicos sería el principio ético, la responsabilidad.

Nos dice Comte-Sponville sobre los epicúreos: “El placer es el bien supremo (…) lo demuestra que todos los seres vivos, animales y hombres, buscan el placer o se complacen en él, desde que nacen, de la misma manera que huyen tanto como pueden del sufrimiento, y esto precisaba Epicúreo, de forma natural y sin discursos”.


Y nos dice sobre los estoicos, “Cualquier ser vivo está dispuesto a sufrir (…) si se trata de asegurar su supervivencia. La perseverancia en su propio ser es, pues, para cada uno, un bien superior al placer. Ahora bien, el ser propio del hombre es la razón; la vida racional (la virtud) tiene, pues, más y mejor valor que el goce”.

¿Con qué visión nos quedamos? Tendremos que elaborar la apropiada síntesis, pues resulta innegable que hay verdad en ambas. Por ejemplo, es cierto que (salvo en casos de desalmados absolutos o psicópatas) no es posible disfrutar del placer si sabemos que está sustentado sobre el sufrimiento de otros. Por ello no podemos ser radicalmente epicúreos. Pero también es cierto que la ética porque sí, o la vida sacrificada, no tienen ningún sentido salvo si se cree en un más allá que vendrá como recompensa. Y ¿quién puede creer ya en ello?

En resumidas cuentas, mi propuesta: adoptemos y apliquémonos los principios éticos necesarios para poder disfrutar de la vida, y vayámonos lo más contentos posible de esta puñetera casualidad que es nuestra existencia.


Circo du Soleil: ALEGRÍA


sábado, 22 de noviembre de 2008

Poseer poco

A veces es peligroso leer el periódico o ver un telediario mientras estamos comiendo. Algunas noticias hacen que los alimentos recién ingeridos salten en nuestro estómago. Ver los efectos de un violento atentado, o las escenas de una guerra, sobre todo cuando son civiles los afectados, o también por ejemplo, ver las consecuencias de alguna terrible enfermedad en un cuerpo humano; ver las llagas, la sangre, las heridas abiertas, todo eso hace incomodarse a la cuchara y al pan en nuestras manos.

Confieso que en mi caso, particularmente, no es necesaria la presencia de imágenes escabrosas para producirme ese efecto del que os hablo. A veces son suficientes unas palabras, un texto, lo que hay tras esa hilera de signos gráficos.

El miércoles pasado leía el diario PUBLICO mientras comía el menú del día en un bar (y no es licencia poética: eran garbanzos). En este diario hay una sección muy atractiva que se llama “Ojo público”, compuesta por una fotografía de gran tamaño y un breve comentario en texto. La de ese día fue la que os muestro más abajo.

Es una fotografía trabajada; es una pose. El fotógrafo ha dispuesto intencionadamente, ha creado una composición artificial con dos niños y unos cuantos objetos ¿cuántos? Quizás 20; no más. Se podría decir que no es especialmente artística esta foto. No, no lo es. Sólo hay una imperceptible elevación del objetivo de la cámara (del punto de vista del observador) que nos hace ver la situación desde una cierta distancia creada con intención. Y lo consigue ¡Qué lejos estamos de ellos!

Más que esta fotografía y su sencilla composición, el breve pero afilado texto de Antonio Avendaño fue el que hizo removerme incómodo en mi asiento.

¡Cuántos hay que poseen tan poco, y cuánto, en cambio, poseen algunos pocos!


Foto:UNICEF

Mozambique // Los hermanos Paulino y Laura forman una peculiar sociedad en comandita.

Objeto social: echar peonadas.

Bienes de equipo: una azada y dos envases de plástico.

Bienes de consumo duradero: un paraguas, cuatro platos, seis vasos, dos cucharas y dos esteras.

Bienes inmuebles: una choza.

Cash flow: cero.

Proyectos societarios a corto plazo: comer una vez al día.

A medio plazo: Paulino, seguir en la escuela; Laura, volver a ella.

A largo plazo: no morir de hambre.

ANTONIO AVENDAÑO

sábado, 15 de noviembre de 2008

Ríos de vida


Hoy la cosa va de ríos. Paseando junto a mi perezoso Guadalquivir he recordado lo que tantos poetas han dicho sobre el fluir del agua: nuestra vida es un río sin vuelta atrás. No importa que haya presas o remansos. Fluye y fluye, y ese constante fluir nos acerca cada día un poco más al mar.
A veces, se podría decir que más que río somos tierra o puente. Es cuando vemos nuestra vida pasar. Pasar para no volver más.
Quién pudiera entonces remontar la corriente, y volver atrás, para ver y sentir de nuevo aquellos barrancos y aquellas piedras que un trecho más arriba nos hicieron vibrar.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir.
Allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir.

Jorge Manrique

Huyen el lento día y la noche serena
Mas nunca vuelven
Los tiempos que pasaron ni el amor ni la pena
El puente Mirabeau mira pasar el Sena

G. Apollinaire

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor,
que se fue y no vino!

F. García Lorca

Pasa la vida
igual que pasa la corriente
cuando el río busca el mar

Raimundo Amador

El río es pasar, pasar
y ver todo de pasada;
nacer en la madrugada
de un manantial transparente
y morirse tristemente
sobre una arena salada

M. Benítez Carrasco

Pero todos estos son poemas un poco tristes ¿no?
Hay uno sobre un río y un puente que me resulta muy vitalista y alegre. Es en realidad una canción del grupo extremeño Perroflauta, en el que participan Luis Pastor y Kepa Junkera.
Dice así:

Por mis ojos pasa el Guadiana
por mi risa pasa la gente
por mi sueño pasa la vida
y yo paso por el puente...


Chimurenga del Guadiana (Perroflauta, Luis Pastor y Kepa Junquera)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Amor tras la línea


Otra tarde otoñal en casa: sofá y mando a distancia, y una casualidad. Digo casualidad porque viene a cuento por la película a la me voy a referir. Esta tarde me encontré en Cinemateka (tv) con una de mis películas preferidas, de uno de mis directores favoritos. Se trata de “Los amantes del círculo polar” de Julio Medem.

Casi todas las películas de Medem me han tocado el alma. Su poético lenguaje fílmico no creo que deje impasible a nadie; o te atrapa y lo adoras, o te disgusta y no puedes soportarlo (ni entenderlo). Cuando he visto alguna de sus películas en el cine con algún o algunos amigos, siempre ha habido ese choque un tanto visceral de pareceres.

¿De qué va la película? Bueno, como buena película que es, puede tener varias lecturas. Eso le ocurre también a los grandes libros. Esta historia va sobre el amor, desde luego, pues ya lo dice el título. Pero va también de otras muchas cosas.

La casualidad, las casualidades, juegan un muy importante papel en el transcurso de la historia, hasta tal punto que forman parte esencial de ella. No es la única película que trata este asunto ni será la última. En esta película pueden parecer exageradas las casualidades que entrelazan a los personajes, pero no es más que un recurso poético. En realidad la vida de todos nosotros, las relaciones que hemos establecido o no hemos llegado a establecer con los otros, está regida por una serie de pequeñas casualidades. Cuántas veces nos hemos hecho esa pregunta de ¿qué hubiera pasado sí …?, o ¿si no ..?

Otro tema del que se habla en esta película es de "círculos". De hecho también están en el título. Los círculos a veces nos rodean, es decir, delimitan el espacio en el que estamos (y en el que no estamos), y a veces definen el recorrido cíclico que de mil maneras repetimos.

Hay tres edades en la vida de los dos personajes principales: infancia, adolescencia y joven madurez. En esas tres edades, que a veces vemos desde los ojos de Ana y a veces desde los ojos de Otto, se repiten sucesos muy similares. Singularmente, por ejemplo, se repite el frenazo mientras ellos van sentados uno junto al otro en el asiento trasero de un coche. Son repeticiones cíclicas.

No me voy a alargar demasiado. Yo, de la película me quedo con una imagen poética, metafórica. Eso, y no otra cosa, es la línea blanca del círculo polar que atraviesa el suelo de la cabaña de Finlandia donde Ana (Najwa Ninri) ha ido a esperar. ¿Qué ha ido a esperar allí? Pues a que ocurra la mayor casualidad posible: el amor, la más grande y más bonita de las casualidades. Y efectivamente así ocurre. Dentro de ese mágico círculo, donde el amor es posible, aparece Otto en paracaídas.

El lugar es simbólico. El círculo está en cualquier lugar, pero ¿es posible habitarlo por mucho tiempo?

Dos finales tiene la película. Uno real: Ana muere cuando más cerca estaba de reencontrarse con Otto. Otro soñado, en el que Otto se quedará a vivir para siempre en los ojos de Ana.


Los amantes del círculo polar (Julio Medem)

-"Voy a quedarme aquí todo el tiempo que haga falta"

miércoles, 5 de noviembre de 2008

La renuncia ¿voluntaria? a la privacidad en internet


¿Qué es lo que está pasando en relación con el uso de Internet y con nuestra pérdida voluntaria de privacidad? ¿Recordáis nuestras primeras respuestas al uso y abuso de las nuevas tecnologías? ¿Recordáis el miedo y la prevención de una gran parte de la sociedad (al menos por lo que respecta a los “progres”) en relación con una posible sociedad futura de hiperbolizado control, una sociedad donde el GRAN HERMANO orwelliano se hubiera hecho realidad?

Pues ya está llegando; o ¿quizás ya estamos en ella?. Pues creo que sí, que ya estamos en ella, y lo peor es que está ocurriendo con nuestra aquiescencia, con nuestra participación despreocupada y animosa.

Hace unos años nos negábamos, salvo que fuera estrictamente necesario o estuviéramos obligados por un imperativo administrativo o similar, a suministrar nuestros datos personales por Internet. Al día de hoy, no sólo suministramos información sobre nuestro domicilio, teléfonos, datos bancarios, etc, sino que publicitamos nuestras fotos y las de nuestra familia, hablamos de nuestras aficiones, de nuestros gustos, y participamos en espacios virtuales donde nos abrimos completamente a otros que de nada conocemos. El éxito de lo que se ha llamado “web social” ha sido espectacular. Plataformas como Facebook, Flickr, Youtube, y la multiplicación de los blogs de contenido personal en la web, son ejemplos de ello.

Pero ¿por qué en la red nos hemos olvidado completamente de la conveniencia de practicar la prevención? ¿Por qué somos tan diferentes en la “realidad virtual” a como lo somos en la “realidad real”?

Como dice María Belén Albornoz en Cibercultura y las nuevas nociones de privacidad:

“Las nuevas formas de representación que estamos presenciando en Internet, están contándonos cómo los cibernautas están modificando nociones que fuera de ese espacio parecen no cambiar. Este punto de quiebra entre el mundo real y el virtual se hace evidente cuando analizamos las nociones de privacidad que circulan en el ciberespacio y su contraposición fuera de la interfaz”.


(…) Mientras fuera de la red somos cada vez más celosos de nuestra privacidad y reclamamos nuestros derechos ante las nuevas políticas globales de prevención del terrorismo, en los mundos virtuales vamos perdiendo la capacidad de distinguir entre lo público y lo privado que tanto valoramos fuera de ellos.

Otro texto interesante en relación con este tema es el de Ezequiel Apesteguia De lo virtual a lo real: condenas por usar Facebook y nuevas nociones de privacidad

Eze, como firma los artículos de su blog, se refiere a las consecuencias, incluso penales, que puede tener el uso de la realidad virtual para el engaño, el fraude o incluso la difamación de otros. Algunos creen que la virtualidad del medio hace que todo allí sea irreal e impunible. No es así.

Consejo: tened mucho cuidado con lo que hacéis y con lo que decís por Internet; es casi tan real como lo que hacéis o decís fuera.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Más lectura, ¡MÁS MADERA!

Retomo este cuaderno después de algo más de un año de abandono. Con ese atractivo que tienen los cuadernos (casi) en blanco, y con ese olor a nuevo que todavía conserva, pues no ha sido abierto prácticamente, me decido a transcribir aquí algunos pensamientos.

Nada hay nuevo bajo el sol, y ningún supuesto dios creó nada desde la nada. Yo, desde luego, tampoco. Me propongo ir llenando estas páginas con los comentarios que se me ocurrirán tras leer lo que antes otros han escrito, escuchar lo que otros han dicho o ver lo que otros han hecho.

La primera anotación de esta segunda etapa de mi “cuaderno del sur” se ha inspirado en la relectura del libro de Marguerite Yourcenar: “Memorias de Adriano”. En un domingo otoñal como el de hoy, y después de pasear indolentemente mi dedo índice por las estanterías de mi biblioteca, me decidí a rescatar este libro para darle nueva vida por un rato. Tras no más de 15 páginas me encontré con esta frase:

“Como todo el mundo, sólo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los errores de perspectiva que nacen entre sus líneas”.

Este pensamiento me pareció de una sencillez y a la vez una profundidad tal, que me movió enseguida, como hago tantas veces, a anotarlo en un trozo de papel. Luego, esto me pareció insuficiente, y me decidí a comentarlo aquí.

Tres fuentes tiene la construcción del conocimiento y de la sabiduría: el estudio de uno mismo, el estudio de los demás (en el sentido más amplio) y la lectura. Habrá quien incluso llegue a considerar la lectura como un posible compendio de los tres. Se me hace que esto se asemeja a esa falacia cristiana del “tres en uno”. Pero no, no acepto que sea así.

Soy un gran defensor de la lectura. Por cierto, en estos días ando leyendo dentro de las actividades de un club de lectura en mi biblioteca, la obra “Metáforas de la lectura” de Víctor Moreno. Pero aunque la lectura es tantas cosas, como dice un poco más abajo el mismo Adriano (¿o es Yourcenar quien lo dice?):

“mucho me costaría vivir en un mundo sin libros, pero la realidad no está en ellos, puesto que no cabe entera”.


La realidad no puede caber entera en los libros; se sale de ellos, se desborda. Eso sí, lo que leemos en los libros nos permite ver la realidad con nuevos ojos y descubrir más mundo en el mundo que antes conocíamos. De alguna manera, nuestro mundo se ensancha con cada libro leído.

Así que: ¡más madera!