domingo, 27 de mayo de 2012

¿Justicia sin Ética?

¿Es posible practicar la justicia desde la falta de ética?
Parece que sí; en este país es harto frecuente que así ocurra.


Artículo sobre este tema en el blog de EQUO Córdoba.

sábado, 26 de mayo de 2012

Los problemas con la información

Vivimos, según dicen, en la llamada “Sociedad de la Información”. Esta sociedad habría sucedido en algún momento de la segunda mitad del siglo XX a una anterior denominada “Sociedad Industrial”.

Si en aquella los principales productos de valor eran los productos industriales, en esta la riqueza está no tanto en los productos físicos cuanto en los productos inmateriales del tipo datos, o como se dice ahora, bits de información.

Las últimas décadas han vivido un desarrollo increíble de las TICs (Tecnologías de la Información y el Conocimiento), desarrollo que ha permitido a la mayor parte de la población de los países occidentales, y últimamente a una gran parte de la población mundial, acceder a una inmensa cantidad de información. La información está disponible fácilmente y de hecho nos ataca constantemente en periódicos, televisión, radio, y sobre todo, al día de hoy, en internet.

Teóricamente esta facilidad de acceso a la información nos debería estar haciendo sujetos más informados, con más conocimiento de las cosas, incluso más sabios. Pero no es así. Y no lo es porque la información, que es un bien tan preciado, es también un bien que se somete fácilmente a procesos de manipulación por muy diferentes mecanismos.

Recientemente he leído un libro muy interesante titulado “El crash de la información” (obra del economista alemán Max Otte cuya lectura recomiendo) en el que se detallan, aunque de una manera un tanto desordenada, los diferentes mecanismos que tiene el sistema para manipular la información, a saber:

  • la información deficiente, o inexistente, en algunos de los temas verdaderamente esenciales para el mantenimiento del statu quo del sistema (p.ej. datos de producción y venta de armamento)
  • el exceso de información, en temas no esenciales para el mantenimiento del sistema, que sólo nos provoca aturdimiento y desentendimiento (p. ej. ¿alguien entiende las facturas de la luz que nos envían de un tiempo a esta parte? ¿y la información nutricional de los productos alimenticios industrializados?)
  • la pseudoinformación, o información engañosa, que no se corresponde con cosas verdaderamente importantes para las personas (p. ej. el sacralizado PIB como medidor del desarrollo de los países, cuando resulta que terremotos, guerras, etc, computan como saldo positivo en este índice; o el índice bursátil como medidor del estado de la economía, cuando la economía real no tiene nada que ver con esos movimientos especulativos de los grandes capitales que sólo buscan la rentabilidad al más corto plazo de tiempo aún levantada sobre la destrucción del bienestar de las personas)

Pero el caso es que ahora no es sólo el sistema el que nos manipula con estos mecanismos. Somos nosotros mismos los que a menudo perdemos el norte al dejarnos arrastrar por la inmediatez y la falta de visión crítica al acceder a la inmensa cantidad de información que nos llega y que nosotros mismos proactivamente buscamos.

Sin darnos cuenta nos estamos aturdiendo con la gran cantidad de correos electrónicos que entran en nuestro buzón a diario, con los miles de pequeños mensajes que nos llegan por twitter, facebook, y otras plataformas, etc.

De todo queremos estar informados y a todo queremos responder ipso facto, pero lo hacemos necesariamente desde una falta de asunción meditada y crítica. No es extraño reaccionar demasiado rápidamente y como se dice ahora “rebotar” una información que nos ha llegado y que nos ha parecido extraordinaria para al poco tiempo darnos cuenta de que hemos sido manipulados.

No sé si os habrá llegado durante estos días un correo con el texto de una supuesta carta que José Luis Sampedro había enviado al Presidente del gobierno con el provocador título de “Querido señor Presidente: es usted un hijo de puta”. Pues bien, al poco se ha sabido (confieso que yo desde el primer momento tuve mis dudas) que la carta había sido en un primer momento una entrada del día 22 de abril en un blog llamado Barataria que luego re-publicaron en la web de Izquierda Digital atribuyéndola a Jose Luis Sampedro.

[Esta web (www.izquierdadigital.es/) estaba el sábado 26 de mayo, cuando esto escribo, caída no sé por qué motivo]
[añadido el 27. Esta es la url de izquierda digital donde "rectifican"]

El caso es que mucha gente lo rebotó porque era algo que entraba en sus expectativas y deseaban fuera cierto. Este es uno de los problemas más graves con el que nos encontramos actualmente. A menudo buscamos sólo la información que queremos recibir. Las redes sociales contribuyen en gran media a ello. Por ejemplo, en facebook nos hacemos amigos de los que piensan como nosotros, y en twitter nos hacemos seguidores de aquellos que dicen lo que queremos oír. Eso nos está haciendo, paradójicamente, sujetos menos informados, o en todo caso, sujetos menos sabios.

Mi consejo es seguir leyendo y oyendo a aquellos con los que no compartimos puntos de vista, y sobre todo, leer y oir con sentido crítico tanto a aquellos con quienes no compartimos ideas como a aquellos otros con los que sí las compartimos.

Recibir mucha información pero hacerlo acríticamente no nos hace sujetos más sabios.

viernes, 4 de mayo de 2012

2ª idea tras la lectura de "Ingenuidad aprendida"

Este post es continuación de otro de fecha 26 de abril. En aquel dejaba pendiente desarrollar una segunda idea de entre las que me surgieron tras la lectura de “Ingenudiad aprendida” de Javier Gomá.

Si la primera idea tenía que ver con la posibilidad o imposibilidad de construir una Ética, esta segunda idea tiene que ver con la opinión que me he hecho sobre la existencia o no de la Verdad, o sobre, lo que es otra forma de decirlo, la posibilidad o no de alcanzar certezas.

Habla Gomá en su libro de un “universalismo igualitario”, una especie de igualdad que impregnaría a toda la humanidad. Esta igualdad se habría hecho más evidente tras el proceso de individuación y liberación realizado por el hombre moderno y procedería del sentimiento común que a todos provoca el descubrimiento de ser entes mortales, finitos. Según parece, saber que vamos a morir y que todos seremos polvo en algún momento futuro, nos convierte en iguales.

Comparar esta idea, que puede ser verdad desde cierta perspectiva, con la evidente desigualdad reinante en este mundo, me hizo pensar acerca de la existencia de distintas, a menudo, contradictorias verdades. Y es que se puede aceptar que desde un punto de vista filosófico todos seamos iguales, pero es más que evidente que desde un punto de vista sociológico somos profundamente desiguales. ¿Qué importancia puede tener para el común de los mortales la igualdad filosófica de los hombres en comparación con la desigualdad real de los individuos?

Por ejemplo, si pensamos hoy, transcurridos más de cuatro mil años, en la suerte de faraones y esclavos del antiguo Egipto, convendremos que todos son ahora poco más que polvo (aunque incluso en eso hay diferencias pues algunos siguen presentes “in corpore” tras haber sido embalsamados), pero ¿qué importancia tiene que hoy ambos sean la misma nada cuando entonces fueron tan diferentes? Unos vivieron rodeados de oro; los otros comieron arena.

En todo caso, estas dos verdades tan diferentes, la definida por la filosofía, la desvelada por la sociología, no son sino dos verdades más de las muchas que en las múltiples disciplinas del conocimiento moderno el hombre ha ido estableciendo.

Por ejemplo, hay una verdad genética que nos hace iguales; pero hay una verdad psicológica que nos hace diferentes. Hay una verdad física para la que todo resulta explicable, pero hay una verdad quántica que todo lo pone en duda.

Y es que antaño hubo Dioses y Filosofías que ponían orden en el universo. Hoy construimos un Conocimiento que en realidad desarma y desordena cada vez más el universo. Ya no hay una Verdad sino una inmensa cantidad de Verdades, como he dicho antes, contradictorias.

Otra cuestión es la de la especialización. El conocimiento es cada vez más incisivo y profundo, pero menos extenso. Como dice Antoni Brey en La sociedad de la ignorancia (agradezco la referencia a Gerardo): “Sigue estando a nuestro alcance adquirir conocimientos profundos en algún campo específico e incluso acceder temporalmente a la frontera que el saber humano establece. La suma del conocimiento de los expertos forma el extenso saber de nuestro tiempo, unos expertos, eso sí, cada vez más especializados. (…) En definitiva, pues, el experto, gran especialista en una franja cada vez más estrecha del saber es, lógicamente, cada vez más ignorante en el saber de otros campos”.

Y eso efectivamente es lo que nos pasa. En cada campo del conocimiento los “expertos” descubren y definen nuevas verdades. Pero en el conjunto del saber humano y en relación a la búsqueda de una verdad que de respuesta a las eternas preguntas (de dónde venimos, a dónde vamos, por qué estamos aquí, qué sentido tiene todo esto, etc, etc), cada vez estamos más lejos.

Como dice Daniel Innerarity en el mismo libro citado anteriormente: “cada vez es más difícil obtener explicaciones causales o previsiones exactas, ya que el saber acumulado hace visible también el universo ilimitado del no-saber”.

Desaparecidas las respuestas globales, cada vez tenemos más dudas. O dicho de otra manera, cada paso que damos en el conocimiento no hace otra cosa que ampliar el espacio de lo que desconocemos.

A veces uno ansía el imposible retorno a aquella feliz arcadia de la ignorancia.