jueves, 19 de noviembre de 2009

CULTURA versus cultura

(Se aconsejan 5 minutos para leerlo)

Hace algunas semanas tuvo lugar en la Biblioteca Central un encuentro entre los máximos responsables de Córdoba 2016 y representantes del movimiento vecinal de nuestra ciudad. Allí acudieron por parte de la Fundación Córdoba Ciudad Cultural su Gerente Carlota Álvarez Basso, y por parte de la Oficina de la Capitalidad Córdoba 2016 su Director Manuel Pérez.

Dicen que no hay que confundir la Fundación Córdoba Ciudad Cultural con la Oficina de la Capitalidad Córdoba 2016. La primera tiene vocación de continuidad. La segunda tiene un horizonte de vida máximo no más allá del 2016. De hecho podría morir mucho antes si Córdoba no pasara alguna de las fases del procedimiento de selección y elección de la Ciudad Capital Cultural de Europa 2016.

La primera de estas “fechas oficiales” es octubre de 2010 cuando el gobierno de España presentará a la Comisión Europea la lista de ciudades candidatas de nuestro país. A lo más tardar, a finales del mismo año de 2010 la Comisión Europea recomendará una lista restringida de ciudades candidatas, tras lo cual la autoridad correspondiente del Estado Español aprobará formalmente las ciudades candidatas.

La siguiente y definitiva criba será de nuevo en el mes de octubre, pero del año 2011. Para esas fechas el Comité de Selección recomendará las dos ciudades candidatas (es decir elegidas), que unos meses después serán definitivamente designadas por el Consejo de Europa. En este caso serán una de España y otra de Polonia, pues desde hace años son dos las ciudades que en cada ocasión son nombradas Capitales Europeas de la Cultura.

De lo que quiero hablar ahora es de una idea que me vino mientras Carlota Álvarez Basso hizo su exposición. Ella mencionó muchas cifras durante su intervención y una de ellas tenía que ver con la comparación entre la cantidad de proyectos culturales desarrollados por cada una de las diferentes ciudades que hasta ahora han sido capitales europeas de la cultura. Creo recordar que en concreto fue Estocolmo una de las ciudades que más alta cifra de proyectos desarrolló: más de 1700. Lo que me llamó la atención fue que Carlota se refiriera a ello como algo excesivo, y que por el contrario prefiriera una menor cantidad de proyectos.

Yo no pude evitar pensar en la relación inversa que existe entre grandes y pocos proyectos de mucho gasto, y muchos y pequeños proyectos de poco gasto. Mientras la primera estrategia da lugar a menos trabajo aunque logra resultados muy “espectaculares”, la segunda requiere de más trabajo y da lugar a resultados “menos espectaculares”. Es evidente que es más fácil gastar 6.000.000 de euros en 6 proyectos que los mismos 6.000.000 de euros en 1.000 proyectos. Lo mismo ocurre desde siempre con las inversiones en infraestructuras para el transporte: ¡cómo lucen el AVE y las autovías frente al tren tradicional y las carreteritas!.

Pero me pregunto yo ¿el resultado “culturalmente hablando” de los grandes espectáculos es el mismo que el de los proyectos más pequeños que renuncian a la espectacularidad? ¿Es acaso lo mismo conseguir que 50.000 personas acudan a un concierto que lograr que esas mismas 50.000 personas participen en una reunión de un club de lectura?

De siempre ha habido dos concepciones de la cultura. Una, que podríamos escribir con mayúsculas, sería la de los grandes fastos. Otra, más modesta pero real, escrita en sencilla tipografía, sería la de la participación activa (no sólo contemplativa), en los actos culturales. Yo me refiero a veces a este tipo de cultura como la “cultura semilla”, la cultura que germina. No en vano el término cultura está etimológicamente emparentado con el de agricultura.

Se dice que el siglo XX ha sido el siglo de la entrada en escena de las masas. Pero esa entrada en escena no ha consistido siempre, como algunos demasiado optimistas interpretan, en la conversión de los antiguos súbditos en nuevos ciudadanos. No: esa supuesta liberación ha consistido en realidad en la conversión de los antiguos sojuzgados por el poder económico y político, antiguos alienados por el duro trabajo en la fábrica o el campo, en los nuevos sojuzgados y alienados por el poder cultural. Y eso es así porque la cultura practicada y alentada por los poderes no es la cultura liberadora, sino la cultura consumidora.

No me quiero extender, que esta entrada me está quedando muy larga.

Definitivamente, propongo para la celebración del 2016, si es que Córdoba llega a ser designada Capital Europea de la Cultura, la celebración de 1000 pequeños proyectos del tipo de:
- una reunión de un Club de Lectura durante cada día del año. Estas reuniones se pueden realizar en las bibliotecas públicas y en locales de asociaciones de vecinos, etc.
- asistencia de todos los escolares de la ciudad a al menos un concierto de música clásica a celebrar en los salones de actos de los centros escolares, centros cívicos y otras pequeñas infraestructuras de barrio.
- presencia constante de, como mínimo, una exposición de pintura, escultura, fotografía, etc, en algún local de cada barrio de la ciudad.
- celebración de concursos de fotografía, pintura, escritura, etc, alentando la participación de toda la población cordobesa con premios dignos aunque no millonarios.
- Etc, etc, etc

La cultura puede hacer a los hombres libres, pero también puede contribuir a mantenerlos en la esclavitud

lunes, 16 de noviembre de 2009

Tiempo lineal –Tiempo circular

Debido a mi participación en uno de los clubes de lectura de ensayo que se celebran en la Biblioteca Central, ando estos días releyendo un libro titulado “Elogio de la lentitud”, de un periodista llamado Carl Honoré. Al margen del mensaje general que destila el libro sobre la conveniencia de que adoptemos y nos adaptemos en la medida de lo posible a unos ritmos menos acelerados en nuestros hábitos de vida, un determinado apartado de la obra me hizo pensar sobre la concepción del tiempo; en concreto sobre mi concepción del tiempo.


Tranquilos, no voy a traicionarme. Quien sepa de mi inclinación racionalista y de "mi fe" en la Ciencia y sus métodos para la explicación de la realidad, deducirá que mi concepción del tiempo no puede ser otra que la actualmente asentada por la Ciencia. Me refiero a que, según parece, todo comenzó en un determinado momento hace unos 13 y pico de miles de millones de años con una especie de gran explosión que ha venido en llamarse Big Bang. Qué hubo antes, o incluso, qué vendrá después, es decir, si habrá también al final de los tiempos una especie de Big Crunch, es algo que no soy capaz de concebir en mi modesta mente.

Pero a lo que voy. Esta concepción lineal del tiempo, o dicho de otra forma más científica, la constatación de que existe y es ineludible, una “flecha del tiempo” que sólo nos permite ir hacia adelante y nunca hacia atrás (me refiero exclusivamente al sentido temporal; no voy a entrar en si eso es siempre progreso), es algo que provoca desde siempre en el hombre una cierta angustia.
¿Por qué provoca angustia esta concepción lineal del tiempo? Porque nos plantea consecuentemente el interrogante de hacia dónde queremos ir o hasta dónde queremos llegar, y qué debemos hacer para ello. Es decir: puesto que somos libres, puesto que no hay dios ni diseño inteligente que haya decidido por nosotros (no quiero entrar ahora en la cantidad de circunstancias y determinantes que limitan de hecho nuestra libertad), de cada uno de nosotros depende, pues, a dónde llegará.

En el fondo, esta concepción del tiempo es también la cristiana. Lo que ocurre es que los creyentes cristianos (cada vez creo que hay menos) dicen que el mundo comenzó el lunes de aquella famosa semana de la creación, y terminará (no sabemos si en sábado o domingo), el día del juicio de todos los juicios, el día del Juicio Final. Como veis, concepción lineal del tiempo también.

Pero antes de las religiones del libro, sobre todo por la parte de oriente, donde siempre se han trabajado cosmológicamente mucho mejor la armonización de hombre y mundo, primaban las concepciones circulares del tiempo. Todavía hoy en día el hinduismo y otras religiones creen en la reencarnación. Para ellos la muerte no es más que el fin de un ciclo; después viene otro ciclo, y otro, y otro…

Puede ser un poco aburrido, pero es tranquilizador. Porque es tranquilizador pensar que tendremos no ya una segunda oportunidad, sino otras muchas oportunidades para volver a vivir la vida; para hacerlo mejor.

En general, la existencia de los ciclos es tranquilizadora. No hay más que pensar en la armonía de un mundo rural sometido básicamente a la repetición de las estaciones y lo que ello conlleva. El papel del hombre bien adaptado a ese mundo está escrito en el libro de la naturaleza. No hay más que hacer en cada momento lo que es conveniente hacer en cada momento.

En cambio la vida del hombre moderno, sobre todo la del hombre de ciudad con trabajos que para nada dependen del tiempo (el atmosférico, ahora), es, cuando menos, desasosegante.

Así que, me hago una pregunta: ¿qué podemos hacer para armonizar nuestra vida con el círculo? Hasta ahora no he sido capaz de ver nada más que un gran y único círculo: el que lleva a mi vida desde una nada impensable antes de mi nacimiento, hasta otra nada, más impensable aún, después de mi muerte. Y no es pesimismo; que quede claro.

En fin, todos los consejos serán bien recibidos.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Muros

Hoy se cumplen veinte años de la caída del muro de Berlín. El mundo entero lo celebró en aquel momento y lo vuelve a celebrar de nuevo estos días. Aquel derrumbe no fue en realidad otra cosa que el primer acto de una representación teatral de mucho mayor calado: el derrumbe del llamado socialismo real. La desaparición de los regímenes comunistas allanaría por fin el camino hacia la consecución de un único mundo, un mundo libre, democrático, globalizado, abierto… al capital, claro está.

La inmensa mayoría de los alemanes del este ya estaban por aquel tiempo asqueados de un sistema que aunque les proporcionaba seguridad y estabilidad, educación y sanidad de alto nivel, los mantenía reprimidos y encerrados tras un muro detrás del cual se olían las riquezas del occidente desarrollado. El capitalismo es especialmente hábil en vender su cara bonita. Al día de hoy, muchos de aquellos alemanes ya han tenido la oportunidad de descubrir también la cara miserable del sistema capitalista.

No obstante de lo que quiero hablar en este momento, a contracorriente de las celebraciones del día de hoy (no es que no celebre la caída de aquel muro), es de los otros muchos muros que se siguen levantando cada día. Muros que según la perspectiva de quienes los construyen, protegen. Desde la perspectiva de los que los sufren, sojuzgan. Muros que en todo caso, desde cualquiera de las perspectivas, nos compartimentan, nos separan y nos encierran.

El mundo no está más libre y expedito hoy que hace 20 años. Prueba de ello son: el muro que el gobierno de Israel ha levantado en Palestina; o el muro que pretende separar las favelas en Río de Janeiro; o la valla de Ceuta; o la del Río Grande entre Méjico y USA; o un largo etc en el que están incluidos todos los muros que rodean comunidades y urbanizaciones de lujo del resto de la población, o las barreras y cámaras de seguridad que delimitan y controlan cada vez más las llamadas “áreas vigiladas”.

Vivimos en un mundo lleno por completo de muros; apenas nos damos cuenta. Pero los peores son los muros interiores que levantamos nosotros mismos para protegernos. ¿Protegernos de qué? ¿de la vida?.

Hay dos motivos que me han hecho hoy pensar en todo esto que ahora escribo. A alguno le podrá parecer que ahora, de pronto, me voy por los cerros de Úbeda. Pero no es así.

El primero es que acabo de ver la película El secreto de sus ojos del director argentino Juan José Campanella. Una historia que se podría considerar de cine negro, policíaco, pero con un mensaje que trasciende al género. El mensaje no es otro que este: nunca es tarde para vivir la vida. Podremos haber construido muchos muros en nuestro pasado, podremos habernos parapetado tras falsas pero robustas respuestas a viejas preguntas, pero al final, para vivir, hay que derribar esos muros y encontrar nuevas y sinceras respuestas (aconsejo la peli a quien aún no la haya visto).

El segundo es que hoy mismo me han hecho llegar un poema de Mario Benedetti titulado Desde los afectos. También en este poema me encontré con una referencia directa al tema de los muros. El poema, en el estilo de Benedetti, nos da una larga retahíla de consejos para la vida, y concluye con los siguientes versos:

(…) Que cuesta ser sensible y no herirse.
Que herirse no es desangrarse.
Que para no ser heridos levantamos muros.
Que quien siembra muros no recoge nada.
Que casi todos somos albañiles de muros.
Que sería mucho mejor construir puentes.
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se
vuelve.
Que volver no implica retroceder.
Que retroceder también puede ser avanzar.
Que no por mucho avanzar se amanece cerca del sol.
¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida?

Así pues, siguiendo a Campanella y a Benedetti, derribemos muros y tendamos puentes. Contra la vida no deberíamos practicar ninguna clase de protección. La vida es para ser vivida. Sólo hay una.


Lo único bueno que tienen a veces los muros es que sirven como plataforma para la creatividad de algunos artistas. Os incluyo aquí un video con una obra de MUTO. Espero os guste.

lunes, 2 de noviembre de 2009

En 2010 descenderá el IPC en España. ¿Buena noticia? no. MALA NOTICIA

Mala noticia, porque no me estoy refiriendo al IPC más usual, el Índice de Precios al Consumo, no. Me estoy refiriendo al Índice de Percepción de la Corrupción, en inglés CPI, un índice que establece la TI (Transparency International). La TI es una organización internacional sin ánimo de lucro que lucha contra la corrupción, y que elabora unos informes anuales sobre este particular IPC.

En el último informe de TI sobre el IPC, España ocupaba el puesto 28 a nivel mundial con una nota de 6'5. Un 10 correspondería a un país con una percepción cero de corrupción; un 0 correspondería a un país con una corrupción total. En ese índice que referimos, el país con menos corrupción hoy en día es Dinamarca (con un 9'3), y el país más corrupto actualmente sería Somalia (con un 1'0).

¿Por qué digo que el IPC en España va a bajar? Porque indudablemente los escándalos continuos que durante estos últimos meses (en realidad años) están asaltando las portadas de periódicos y telediarios (y que para alivio de algunos, alcanzan ya a casi todos los partidos y formaciones políticas), han extendido la idea entre los ciudadanos de que España sigue siendo un país de políticos corruptos. Ya no es sólo la Gürtel y sus extensiones por Madrid y Valencia. Son el caso Millet, el caso Alavedra-Prenafeta-Bartomeu, el caso El Ejido, y un largo etc, etc, etc. Ni siquiera Izquierda Unida está libre. Sólo "tiene la suerte" de que detenta el poder en menos lugares, y quizás sólo por ello se ha visto salpicada por menos escándalos. Pero algunos casos en municipios de la provincia de Sevilla, y otros más cercanos (mucho más cercanos), la sitúan al mismo nivel que el resto de partidos. Desgraciadamente la corrupción no es sólo de derechas.

Sin embargo quiero ser optimista. He leído varios documentos en estos últimos días para intentar entender un poco mejor todo esto de la corrupción y sus consecuencias sobre la política. Una de las conclusiones, o más bien ideas, que he sacado es que los casos de corrupción son o parecen ser cada vez más frecuentes porque lo que en realidad ha aumentado es la ética de la ciudadanía. Si antes era lo más usual creer que un político estaba ahí para, sobre todo, sacar provecho, ahora son cada vez más los ciudadanos que creen que la política es, o debe ser, una ocupación digna y limpia, y que los políticos son, o deberían ser, y hay por tanto que exigírselo, dignos y limpios.

Es la idea cada vez más extendida entre la ciudadanía de que es posible un mundo mejor, de que es posible avanzar hacia una justicia universal, la que hace precisamente que se destapen y salten a la luz pública los casos de corrupción. Eso ocurrió por ejemplo durante el franquismo. Corrupción hubo siempre, eso es innegable, pero no fue hasta sus últimos años, que la existencia de una sociedad civil concienciada creó el ambiente necesario para que salieran a la luz pública casos como el de Matesa o Sofico.

Puede que ahora esté ocurriendo lo mismo. Somos los ciudadanos, que creemos que otra política es posible, los que estamos favoreciendo que se destapen cada vez más tantos casos de corrupción. La figura del juez Garzón no sería posible sin esta ciudadanía. Somos muchos los que vemos con alegría cómo se limpia cada día un poco más este asqueroso mundo de tanta gente indeseable, y cómo estamos cada día un poco más cerca de un mundo mejor.

En ese sentido no importa que el año que viene baje la nota del IPC en España. Estamos en el buen camino.

Suscribe la campaña que la UNCAC (United Nations Convention Againts Corruptio) está desarrollando.
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