lunes, 11 de marzo de 2013

Vergüenza: una emoción en decadencia


¡Más vergüenza, por favor! 

Habrá quien se extrañe de esta vindicación que hago a falta de saber lo que quiero decir exactamente con ello. Voy a intentar explicarme. Acabo de leer “El gobierno de las emociones” de Victoria Camps, un libro muy interesante, sólo quizás un poco difícil en sus tres primeros capítulos dedicados a Aristóteles, Spinoza y Hume, para los que como yo no estamos tan habituados a la lectura filosófica. Pero a lo que voy: de todas las emociones, que son muchas, analizadas en este libro (por ejemplo: compasión, indignación, miedo, confianza, etc) la que más sugerente me ha resultado ha sido la abordada en el capítulo titulado “Sin vergüenza”.

Hay varios tipos de vergüenza. Una de ellas tendría que ver con la inseguridad, con la timidez. No es de la que voy a hablar. Sólo muy brevemente diré, ya que estamos, que esta vergüenza me parece digna del mayor respeto. Creo que la timidez, ese candoroso desnudamiento, es una muestra de autenticidad, de ausencia de máscara. Demuestra la presencia de una piel sensible y ruborosa, desencostrada. Otro, día si es menester, quizás hable de ella.

De la vergüenza que quiero hablar ahora es de esa emoción seminal que, me atrevo a decir, define persona. Quiero decir: la diferencia entre la especie humana y el resto de especies animales ha ido encogiéndose progresivamente desde que dejamos de ser una creación divina para pasar a ser simplemente el extremo de una de las ramas de la evolución. Casi todo lo que hacemos y gran parte de lo que sentimos, lo hace, quizás es cierto que a menor escala, alguna otra especie animal. No somos los únicos animales bípedos; no somos los únicos animales que utilizan herramientas; no somos los únicos animales que construyen casas y represas; no somos los únicos animales que sienten apego a los suyos, incluso después de muertos; no somos los únicos en sentir amor, alegría, tristeza, ira, … Pero sí somos (bueno, la mayoría lo somos) los únicos animales que sentimos vergüenza.

¿Qué es la vergüenza? Pues es esa emoción o sentimiento que poseemos por ser animales sociales dotados de sentido ético y moral. Como dice Victoria Camps, la vergüenza “consiste en el sentimiento derivado de la caída de la imagen que uno tiene de sí mismo, la pérdida de reputación, el descrédito ante algún otro o ante la sociedad”.

Es verdad que en la sociedades puritanas la vergüenza puede ser un sentimiento opresor, castrante. Este tipo de vergüenza tendría un origen, por así decirlo, fuera del individuo. Sería una vergüenza impuesta por la comunidad (que le pregunten por ella a nuestras madres y abuelas). Pero al margen de esta vergüenza, afortunadamente hoy prácticamente desaparecida en nuestro entorno, existe otra cuyo origen estaría exclusivamente dentro de nosotros. Sería esa vergüenza que manifestándose en nuestro interior, procedería del choque y la contradicción entre lo que pensamos que debemos hacer y lo que realmente hacemos, entre lo que está bien y lo que no lo está. Incluso en algunos casos, procedería del shock que nos causa comprobar el mal que llegan a hacer otros. De tal forma, nos avergonzaríamos de pertenecer a la misma comunidad, a la misma especie, que esos otros. Es lo que hizo sentir a Primo Levi, citado por Victoria Camps, “la vergüenza que los alemanes no sentían, que el hombre justo experimenta por el crimen de otro; el sentimiento de culpa de que exista ese crimen”. Ésta es la vergüenza que yo siento por la existencia de personajes como Luis Bárcenas, Silvio Berlusconi, Rafael Gómez “Sandokán”, etc.

Siempre me he preguntado qué es lo que pensarán estos tipos de sí mismos, cómo soportan mirarse al espejo cada mañana. A mí particularmente me resulta muy difícil aceptar el hecho de saber que comparto la humanidad con ellos. Su falta de vergüenza me hiere.

No sé si conseguiremos que algún día desaparezcan estos tipos de la faz de la tierra, pero mientras tanto, al margen de otras emociones, que no nos falte la de sentirnos avergonzados por su existencia.

¡Más vergüenza, por favor!