lunes, 18 de octubre de 2010

El lugar del otro: deseo y empatía

Pensando en ese extraño lugar que es "el lugar del otro" (extraño en el sentido de distinto, externo al nuestro), se me han ocurrido un par de reflexiones.

La primera me vino a consecuencia de la visión de la última película de Woody Allen, la titulada 'Conocerás al hombre de tus sueños' (‘You Will Meet a Tall Dark Stranger’, 2010). Se trata de una más de las típicas películas de W. Allen en la que se retratan algunas de las miserias humanas de la urbana clase media. En los personajes de esta historia, como en tantas otras pelis de Allen, son evidentes la fragilidad, la inseguridad, y una indisimulada insatisfacción. Se podría decir que la vida que viven no es la que quisieran vivir (¿os suena?),

El personaje que viene a retratar esto de la manera más clara y simbólica es el que hace el actor Josh Brolin: un escritor frustrado que no consigue ver publicada nunca una de sus novelas y al que la relación con su pareja se le va agriando por esa invalidación personal. A este hombre frustrado se le viene a mudar al piso de enfrente una joven y hermosa mujer siempre vestida de rojo. La visión de sus momentos de intimidad, de sus desnudamientos, de su tersa y brillante piel, se convierten en una obsesión con la que llena la mayor parte de su tiempo perdido.


Pero ocurre que tras un flirteo correspondido y un engaño que no viene al caso contar ahora, este ecritor frustrado, después de romper con su mujer, consigue ligarse a la chica joven y mudarse a su casa: "la casa de enfrente". Desde allí, en el preciso momento en que comienza a deshacer su maleta, no puede dejar de ver a la que ahora es su nueva vecina de enfrente, su preciosa y madura mujer (Naomi Watts), que en ese mismo momento se está desnudando, mostrándose ahora como la mujer deseada y no poseída, la mujer de otro que ya no es él.


Parece, y no digo que esté del todo mal, que siempre deseamos lo que no tenemos, y que eso es lo que nos mantiene vivos. Dicho de otra manera: sin el motor del deseo no hay vida que merezca el nombre. Pero también es cierto que deberíamos ser capaces de aceptar aquello que tenemos, que suele ser mucho, y buscar la felicidad con ello. Al fin y al cabo, la felicidad no es más que una sensación que procede, no de la realidad externa, sino del interior de nosotros mismos.

La segunda reflexión que me hago tiene que ver con otro sentimiento muy distinto; me refiero a la empatía, esa ensalzada actitud que todos dicen practicar pero que en realidad muy pocos sienten. La empatía no es, tal como yo la entiendo, ese caerte bien todo el mundo, ese decirle a cada uno lo que quiere oir, o ese reir las gracias de cualquiera mientras pasas tu brazo por su hombro compartiendo un vino. La empatía es algo muy profundo que tiene que ver con la capacidad de ver el mundo desde los ojos del otro, de sentir el placer y el goce del otro durante sus momentos felices, de compadecer, es decir padecer, el mismo dolor que el otro cuando la vida le duele.

La empatía es un sentimiento que si de verdad la mayoría de la gente llegara a sentir, terminaría provocando irremisiblemente y en no mucho tiempo un cambio radical en el mundo. No podría ser de otra manera: se acabarían las injusticias, las guerras, la explotación, el daño intencionado.

Pero ¿cómo podrá llegar a afirmarse la empatía frente a tanto egoismo? Hay quien opina que el egoismo es un sentimiento connatural a nosotros mismos. Si esto es así ¿no hay mejor futuro?

miércoles, 13 de octubre de 2010

¡Qué hartura de obispos y curas!

Ahora resulta que al obispo de Córdoba le duele que los cordobeses sigamos llamando mezquita a la Mezquita de Córdoba. Llevado por ese dolor, no ha tenido otra que montar un revuelo mediático intencionado para proponernos que dejemos de referirnos a este monumento con el nombre por el que actualmente lo conocemos para que pasemos a utilizar el mucho más novedoso de "Catedral de Córdoba, antigua mezquita". Eliminar lo de "antigua mezquita" será su nueva propuesta, imagino, para dentro de unos años.

Pasados casi 800 años de la conquista cristiana, Córdoba pasaría de una puñetera vez por fin al "seno terminológico" de la gran familia católica. No hay que olvidar que en cierto modo somos lo que decimos. El hecho de que la mayoría de los cordobeses no hablemos de nuestra catedral sino de nuestra mezquita nos hace seguramente un poco menos cristianos a los ojos de este oficial del ejercito vaticano.

El problema es que el señor obispo no sabe que tira piedras sobre su propio tejado. La Iglesia, inexplicablemente, inapropiadamente más bien diría yo, se beneficia de la explotación económica de este "resort" cuando es con dinero público con el que se restaura continuamente. Así, es con dinero de todos nosotros con el que estos curiados adecentan y ponen en valor para su posterior explotación turística este monumento. Y no es la anodina catedral, sin presencia alguna en los libros de historia o de arte, la que vienen a ver visitantes de todo el mundo, sino la mezquita, que siendo única por muchos valores históricos y artísticos, figura en todos los libros y guías turísticas de España y del mundo entero. Si el obispo consigue que no se hable más de la Mezquita de Córdoba sino de la Catedral de Córdoba, esta ciudad perderá uno de sus valores más importantes, es decir, una de sus fuentes de ingresos más evidentes.

Sólo le pido al obispo que para su uso particular se refiera a la Mezquita como más le guste, y que nos deje a los demás hacer lo mismo. Pero sobre todo, también le pido, que no pretenda, por el bien de esta ciudad, que se deje de hablar de la Mezquita de Córdoba.

sábado, 2 de octubre de 2010

viernes, 1 de octubre de 2010

La UGT, la Iglesia, y los "lapsus"

Quiero pensar que se trata de uno de esos lapsus mentales que ocurren a menudo por aquello de las costumbres, o por el poco esfuerzo que ponemos a veces en lo que decimos, por lo poco que medimos nuestro discurso.

He tenido conocimiento de que la Comisión Ejecutiva de Córdoba de la FETE (UGT) ha mandado una carta a todos los centros educativos de nuestra provincia con motivo de la huelga del 29S en la que decía, entre otras cosas, lo siguiente:

(...) Los profesores saben que el Estado de derecho cuesta dinero. Todo el Estado de Derecho, no sólo los sindicatos. Pero no hay democracia sin partidos políticos, como no la hay sin libertad de prensa, o sin libertad sindical. Los sindicatos, como los partidos políticos y la Iglesia (sic), cuestan dinero al Estado, pero son necesarios. Es necesario hablar de austeridad pero no de poner en riesgo los instrumentos que hacen posible poder vivir en democracia y en libertad. Todos sabemos que un sistema democrático cuesta dinero, como también lo cuesta los derechos que tienen los ciudadanos y que hay que garantizar: la seguridad (la policía cuesta dinero, los bomberos, los servicios de protección civil, el Ejercito…), la enseñanza, la salud, el acceso a la Justicia (por eso se paga con cargo al presupuesto público los abogados de oficio), y también la defensa de los intereses de los trabajadores. (...)
¿De verdad cree la UGT que la Iglesia es una de esas instituciones que es necesaria para el "Estado de Derecho"? ¿De verdad cree la UGT que la Iglesia se puede comparar con partidos y sindicatos en cuanto a la función que cumplen en un estado de derecho?

Si la Iglesia fuera necesaria, si las iglesias fueran necesarias, lo deberán ser sólo para sus feligreses y para nadie más, y el Estado no debe tener nada que ver con ello. Las iglesias, particularmente la Iglesia Católica, ha hecho y hace mucho daño a la convivencia en paz de todos los ciudadanos, creyentes y no creyentes, con su contínua ingerencia en el ámbito político, al que no pertenece.

Quiero creer que al redactor de esa carta de la UGT se le fueron los dedos por una inercia mental no controlada. Y me gustaría oir que alguien ha rectificado el contenido de esta carta.