domingo, 19 de diciembre de 2010

No me vengas con historias

La palabra es sin duda el más valioso de los dones de que disfruta el humán. Como tal, es un instrumento imprescindible para conocer la realidad; es preciso nombrar las cosas antes de llegar a comprenderlas.

También es la palabra la mejor de las herramientas para el diálogo, y a través de él, fuente de enriquecimiento de la razón.

Sin embargo, no podemos olvidar que también la palabra es el mejor medio para el embaucamiento, para el engaño.

En su primer uso, la palabra sería el logos; como dice el DRAE: "discurso que da razón de las cosas". En su segundo uso, la palabra sería el relato, el cuento, la historia; como dice el mismo diccionario del tercero de los términos (entre otras acepciones): "relación de cualquier aventura o suceso", "narración inventada".

Hago estas reflexiones introductorias para hablaros de un ensayo que he leído estos días titulado "Storytelling", y cuya lectura recomiendo. Su traducción literal sería algo así como "el contar historias". Su autor es el escritor francés, miembro del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje, Christian Salmon.

En un principio, he de reconocerlo, me costó comprender de qué iba eso del storytelling, pero los ejemplos que el autor pone a lo largo del libro sobre su uso en la publicidad, en la gestión empresarial, en la política, incluso en la guerra, me han aclarado su verdadero significado.

El relato es una forma antiquísima, realmente la primigenia, de transmitir conocimiento y experiencia. Sobre todo es quizás la forma más atractiva y envolvente de hacerlo. Todas las civilizaciones se han apoyado sobre un relato más o menos fantástico para explicar su propio origen. El libro de Gilgamesh, el Mahabarata, la Odisea, el Antiguo Testamento, y un largo etcétera, son ejemplos de ello.

Toda o casi toda la literatura, no sólo el cuento, se apoya sobre el relato para llevarnos a un mundo irreal, a menudo maravilloso, pero inventado. Sin embargo, lo que resulta indudablemente maravilloso en la literatura puede convertirse en un instrumento de manipulación en otros ámbitos. Y de eso se han dado cuenta los que gobiernan este mundo.

En las últimas décadas, y de una manera cada vez más palmaria en los últimos años, los candidatos políticos durante las campañas electorales tratan menos de explicar su programa, de hablar de sus propósitos y sus compromisos, que de contarnos una historia atractiva. Su interés no es otro que hacernos consumidores de su discurso, compradores por un día de su producto, para con nuestro voto en su cuenta de resultados gobernar por cuatro años más.

En el mundo de la publicidad ha ocurrido lo mismo. En un principio se hacía hincapié sobre las cualidades más o menos objetivas de los productos. Pero eso ya cambió. Hace años que en estos mercados tan hipercompetitivos lo que busca la publicidad es envolvernos en una historia que nos haga relacionar un producto con unos valores.

Se trata de un engaño que pretende unir la historia que nos cuentan (asociada a nuestros sueños, a nuestros anhelos), con el objeto que venden. Perfumes, automóviles, yogures, se convierten por arte de magia en amor, seguridad, salud.

En palabras del propio Salmon: "Las innumerables stories que produce la máquina de propaganda son protocolos de entrenamiento, de domesticación, cuya meta es tomar el control de las prácticas y apropiarse de los saberes y deseos de los individuos. Bajo la inmensa acumulación de relatos que producen las sociedades modernas, nace un nuevo orden narrativo que preside el formateo de los deseos y la propagación de las emociones (...)".

Sabemos que tanto el discurso publicitario como el de la política es falso, pero ¡cuánto nos cuesta sustraernos a su influencia!.

Me pregunto: ¿volverá algún día el tiempo de la razón?

Mientras eso llega, un consejo: no os creáis nada cuando os vengan con historias.

4 comentarios:

  1. Gracias Juanma por la reflexión
    Prefiero de momento y por el comportamiento de nuestra especie la palabra “terrícola” o “earthling” para los animales de nuestra especie, en lugar del de “humán”
    (http://video.google.com/videoplay?docid=7576567901991519153#docid=6361872964130308142 ó http://video.google.com/videoplay?docid=7576567901991519153# ).
    El sistema económico de consumo y compra-venta está tan impregnado en nuestra sociedad, que la publicidad aplica sin ser muy conscientes de ello, mensajes dirigidos al sistema límbico, activando los sistemas de recompensa del cerebro. Estos sistemas obedecen a estímulos específicos regulados por neurotransmisores, permitiendo que el individuo desarrolle conductas que responden a hechos placenteros o de desagrado. Estímulos parecidos son los que aplican con otras técnicas menos depuradas el educador de perros o el domador de animales para conseguir sus fines.
    Espero que algún día el sistema educativo tenga el valor y la capacidad de explicar como nos dejamos engañar por la publicidad y como las fiestas tradicionales se han convertido en una estimulación sobre el sistema límbico para fomentar el consumo irracional.
    Saludos
    Behavi

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  2. Gracias Behavi por tu comentario, y por el video que enlazas. He de decir que me ha resultado demasiado duro. Sólo he podido llegar al minuto 20.
    Como te he dicho en otras ocasiones, enriqueces este blog. Creo que deberías animarte a abrir uno propio con temática animalista.
    Salud

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  3. Hace un par de meses leí en un diario el resultado de un estudio que hicieron en una Universidad de no se que lugar en Estados Unidos. El estudio venía a decir que por término medio, cerca del 40% de lo que nos dicen suele estar conscientemente o no distorsionado, osea: exagerado, manipulado, distorsionado.
    ¡casi un 40%!. Imaginad si además se tiene la clara intención de manipularlo en beneficio de determinados intereses.
    Pienso que la mejor manera de defenderse frente a estos mensajes que van dirigidos, como dice Behavi, a nuestro cerebro relacionado con nuestras necesidades más primarias "el cerebro límbico", es tener un sistema de valores claro que apunten al disfrute de la vida pero no a cualquier precio. Si el precio a pagar implica injusticia con otros seres humanos ( compra de productos trabajados por verdaderos esclavos, o que exalten valores egocentricos y elitistas)o injusticia con otros seres vivos( animales o plantas tratados como productos destinados al consumo humano desprovistos de dignidad)
    También es necesario ser reflexivos: las emociones momentaneas no son buenas consejeras, y las arengas políticas y la publicidad se dirige a nuestra parte menos racional y más emotiva.
    Un abrazo a todas/os

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  4. Os acordáis??? En esos anuncios incluso la negación de la "posesión" se convierte en el reclamo publicitario.
    http://madrid.cuadernosciudadanos.net/Jualpofu/2007/04/25/no-es-lo-que-tengo-es-lo-que-soy/
    Pues sí, ojalá la palabra sea instrumento de comunicación no de embaucamiento.

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