domingo, 28 de noviembre de 2010

Individuo e Individualismo

Seria muy fácil decir que individuo is OK; individualismo es pasarse. Pero no va de eso la cosa. El individualismo no es sólo un "extremismo" del individuo; es más bien una tendencia que lleva hacia la desconexión de los otros individuos. Como tal, por otra parte, es una tendencia evidentemente potenciada y favorecida por el sistema, que siempre ha temido mucho más a los colectivos que a los individuos.

La construcción del individuo, la libertad personal, la liberación de ataduras sociales y de grupo, o dicho de otro modo, la renuncia al gregarismo como modelo de conducta, es una conquista progresiva del último par de siglos en occidente. Un hito fundamental en ese proceso fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, derechos humanos que no pueden ser entendidos sino como derechos de las personas. Cosa bien distinta son esos derechos mucho más abstractos que son los derechos de los pueblos. No los niego, pero no deberían ser entendidos sino como derechos que afectan, individualmente, a una suma de personas. Cuando no es así, en base a esos derechos se llegan a cometer muchas atrocidades.

Hechas estas disquisiciones previas, que ya me estaban alejando demasiado de mi propósito, de lo que quiero hablar aquí es de una película que he visto hace unos días; su título: Arcadia, y su director: Costa Gavras. Fue producida en el año 2005 pero yo la he visionado recientemente en casa gracias a su distribución hace unos meses por el diario PÚBLICO.

Como la mayoría de las películas de este reconocido director griego afincado hace tiempo en Francia, se trata de cine político. Pudiera no parecérselo a alguien desprevenido, y se podría incluso llegar a pensar que se trata simplemente de un thriller con asesino en serie de por medio. Pero no, es cine político, y del bueno. Lo que ocurre es que hacer política en estos tiempos ya no es hablar de huelgas o de grandes conflictos de masas; es aventurar una tesis sobre qué podemos llegar a hacer como individuos para no ser definitivamente sometidos por el sistema.

La historia que nos cuenta Gavras es la de un alto ejecutivo de empresa que habiendo perdido su puesto de trabajo y ante la posibilidad de ver definitivamente derrumbado su estatus y su alto nivel de vida (gran casa en las afueras, dos coches, cierto lujo, etc, etc) decide emprender una lucha solitaria y fuera de toda moral contra lo que se interpone entre su realidad y su deseo. Y lo que se le interpone, haciendo una interpretación individualista y erronea del problema, no es otra cosa que el conjunto de sus competidores, los aspirantes al mismo puesto de trabajo al que él aspira. De tal manera, después de investigar quiénes son los ejecutivos que han presentado curriculum a la misma oferta laboral, decide ir eliminándolos uno a uno hasta ser él el único posible contratado.

Tras muchas vicisitudes y de una manera bastante asombrosa hasta para él mismo, logra asesinarlos a todos y quedar impune y fuera de toda sopecha. Contribuye a ello el hecho de que uno de esos mismos aspirantes, en una situación aún más deprimente que la suya, se suicida antes de que él llegue a matarlo, dejando un escrito que es interpretado, por su ambigüedad, como una autoinculpación de las otras muertes.

Lo cierto es que el protagonista, y asesino, logra alcanzar su objetivo y es contratado para el puesto de trabajo. Pero la escena final trasluce la debilidad del falso equilibrio alcanzado: otro competidor, en este caso una joven competidora, habiendo llegado a la misma situación a la que antes había llegado él, se planta en la empresa y solicita hablar con él. El juego de miradas no deja lugar a dudas sobre cuales son sus propósitos: se propone empezar la misma lucha individualista que él acometió, lucha que empezará por eliminarlo a él como competidor.

En nuestra lucha por alcanzar la felicidad ¿quiénes son nuestros enemigos?. Este inmundo sistema, probablemente ya muy cerca de su autodestrucción, ha conseguido incrustar en nosotros el mecanismo de la competitividad como un supremo valor, supuestamente el más idóneo para alcanzar nuestros objetivos. La realidad es bien distina puesto que la mayor parte de las cosas que nos pueden hacer felices son sólo alcanzables en grupo, en familia, en pareja.

Moraleja: la lucha individualista, sobre todo en el mundo laboral, no es solución.


1 comentario:

  1. Casualmente he pensado estos últimos días en esta peli de la que no recordaba el nombre. La verdad es que aunque de manera cruda y descarnada, esta peli disecciona los intríngulis de nuestro modelo económico y la sociedad en la que vivimos en la que prima el todo vale por ganar más que el que tenemos cerca y no perder los privilegios que algunos alcanzan por el medio que sea, dejando atrás todo atisbo de moralidad y solidaridad. Quiero pensar que no todos actuamos o actuaríamos de este modo, aunque nunca se sabe lo que podemos llegar a hacer si estamos desesperados, pero sin llegar a los extremos que plantea esta peli, claro.

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