La postmodernidad tuvo su aquel. Resultó molona para muchos. Después de los idealistas y radicales años 60 y 70 del siglo XX, y tras el desencanto de los 80, una mayoría de la población se instaló en una cómoda postmodernidad vacía de contenido pero llena de autocomplacencia.
Fue algo que ocurrió en todo el mundo, pero en España, mucha culpa de ello la tendrían las prácticas del gobierno de Felipe González, que asentado sobre un pernicioso pragmatismo abriría las puertas a la cultura del pelotazo en un primer momento, y a una corrupción relativamente generalizada acto seguido. Corrupción, que para nuestro lamento, sólo ha ido in crescendo desde entonces.
Modernos y postmodernos |
Insconcientemente por mi parte, entonces, aquellos años ochenta no fueron de mi agrado. Luego me he ido haciendo consciente de por qué. Se había extendido entre las gentes de izquierda una duda identitaria relativa a la idea de progreso. Tras la caída del muro de Berlín, un batacazo definitivo se produjo entre los que siempre habían soñado con una sociedad justa y alternativa al capitalismo. El mensaje que caló entre los jóvenes desde entonces es: si no hay mejor futuro, disfrutemos del presente.
Pero el progreso es posible. Por supuesto, no me estoy refiriendo a ninguna clase de crecimiento, ni siquiera a ningún “desarrollo sostenible” que valga (dificilmente encontraremos otro concepto tan prostituido por un uso intencionado e interesado como este).
Diversos factores nos han llevado a tomar conciencia de esa imposibilidad:
- la globalización. No es posible materialmente que toda la población del planeta pueda vivir manteniendo el nivel de vida de los países occidentales.
- la crisis energética. Estamos a punto de alcanzar el pico del petróleo; eso quiere decir que se acabó la energía barata y todo el sistema de consumo y movilidad sustentado sobre ella.
- la finitud del planeta. La Tierra siempre nos pareció grande (aunque al día de hoy ya no tanto), pero lo cierto es que tiene un tamaño determinado: no es infinita. Los recursos, por tanto, tienen un límite.
El progreso pues, no puede ser entendido de ahora en adelante como crecimiento material, como disfrute de más objetos, de más productos, de más lujos. El progreso existe, pero pasa por alcanzar un nuevo equilibrio con la naturaleza y con nosotros mismos.
Pasa por una nueva cultura económica sustentada sobre la posibilidad, real, de vivir mejor con menos.
Y pasa, sobre todo, por la necesidad de una nueva cultura política levantada sobre los valores de la ética, la equidad, la justicia y la solidaridad.
Esa ha de ser la nueva modernidad
De todos depende construir un mundo mejor |
Totalmente de acuerdo Juanma,
ResponderEliminarSaludos
Yo también estoy de acuerdo y quiero sumarme a aquellos que piensan que el sistema político-social actual: con la globalización económica, la manera depredadora y utilitarísta de usar a la Tierra con todo y con todos los que viviemos en ella y por ella está produciendo una gran crisis a nivel sistémico. Las crisis son momentos de cambio, de cambios creativos para reencontrar nuestro equilíbrio.
ResponderEliminarA esta nueva cultura política yo también me apunto.
fuí una niña en los 70 y preadolescente en los 80, en los 90 tenía novio y estaba más tranquilita en casa y luego me casé... así que he pasado casi de puntillas.... he tenido mi propio estilo sin importarme las modas....
ResponderEliminarY sobre la economía del planeta.... viendo lo visto en Japón estos días creo que el planeta solito nos va a colocar en nuestro sitio